jueves, 20 de agosto de 2009

Maribel / y 37

En los periódicos salió la noticia: la víctima número ochenta y nueve en lo que va de año, un 15,08% menos que el año pasado en las mismas fechas, un número. En las radios y en las televisiones ya no hacían debates porque era un tema casi cotidiano.

En el tanatorio las visitas de las vecinas, de la familia de Maribel, de amigos y allegados eran constantes, las hijas de un luto riguroso que parecía ya preparado atendían como podían a todos escuchando sus comentarios, evitando hablar del cómo y hablando casi siempre de lo muy buena mujer que era. Entre los que allí estaban, después de dar el pésame a las hijas, los comentarios iban desde el ya lo sabía yo al casi mayoritario de parece mentira, si parecía un hombre serio y formal, tan correcto siempre, ¿quién hubiera podido imaginarlo?, pues parece ser que fue con un cuchillo, ella estaba en tratamiento siquiátrico y muchas cosas más que concordaban poco o nada con la realidad.

Fuera de la sala cinco del tanatorio donde estaban los restos de Maribel, en el pasillo con bancos que daba un poco de respiro a los que estaban en aquellas salas con el cadáver expuesto, que permitía a unos tomar aire y a otros fumar, sentada, con casi cien años aunque nadie sabía realmente su edad, enjugándose las lágrimas con un minúsculo pañuelo blanco de hilo, estaba doña María, que había sobrevivido a todos sus coetáneos, a su edad y a la lógica y que allí, menuda y reseca, arrugada y aún más pequeña, seguía impartiendo lecciones de sentido común en pequeñas píldoras que parecían inconsecuentes. Apenas veía, apenas oía y posiblemente tuviera más achaques de los que parecía tener pero que nadie conocía porque, según ella, tenía la buena costumbre de no oír nunca al médico.

Doña María había agotado hacía muchos años sus lágrimas, ya no se alteraba por un óbito fuera de quien fuera, pero quería a Maribel como a una hija y había sentido su muerte de una manera muy próxima, muy directa. Se le acercaban las vecinas y le decían las frases hechas, los tópicos que se repetían, las mismas cosas y ella decía, nunca la advertí de nada, pero ella fue una buena madre, una buena esposa, una buena hija y una buena mujer y solo cometió un error, le dio una segunda oportunidad a su verdugo y si falla en la primera y le das otra oportunidad no falla. Era un canalla, quería llevársela por delante y lo ha conseguido. Un hombre que pega a su mujer no es hombre y lo malo es que las mujeres les hacen caso y les respetan, ¿quién puede hacer daño a quien quiere?,

Las palabras de doña María hacían pensar a unos y a otros, ¿por qué había muerto Maribel?, todos hacían conjeturas, pero allí, con Maribel de cuerpo presente, con los llantos y desgarros, doña María había puesto la mano en el fuego, este asesino había matado una ilusión, un proyecto de vida, una esperanza, pero sobre todo había matado a una mujer enamorada de un hombre que no existía, que no le respetaba, que jamás entendió que su mujer no era un animal de su cuadra, una posesión más, que al final Maribel, con el pecado original del respeto al marido, le dio a Joaquín la oportunidad que él jamás le dio a ella. Maribel quiso a sus hijas y a su marido y no supo entender que su marido no era su compañero, que quien te quiere no te pega, que quien te hace daño no debe estar a tu lado.

El coche fúnebre empezó su periplo hacia el cementerio, seguido de una caravana de coches que llevaban a los que le acompañaban en su último viaje. Llegó al cementerio y después de una oración en la capilla salieron hacia el sitio que ella y Joaquín habían comprado en aquel camposanto. Cuando pidieron permiso los operarios y empezaron con sus palas a echar tierra sobre el ataúd y se desataron las lágrimas y las flores cayeron sobre la tierra, alguien, desde la distancia, lejos de aquel grupo humano encogido por la pena, con sensaciones dispares, con la mayor de las penas, con la más dura de las soledades, se preguntaba por qué no le habían invitado a aquel entierro.

P.S.
No debes permitir que nadie te pegue, ni una sola vez, la segunda vez quizás sea demasiado tarde, pide ayuda, no estás sola.
En España llama al 016, pero por favor, recuérdalo, quien te pega no te puede querer. Yo sólo escribo cuentos y no imparto doctrina, pero mira esto, quizás así podamos ayudar juntos a quien lo necesite, pincha aquí

© 2009 jjb


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3 comentarios:

Flordegato dijo...

Tienes razón, quien te quiere no te daña. Ni siquiera con una palabra, ni con un gesto y mucho
menos con insultos y golpes.
Maribel, al igual que muchas mujeres, se aferró al amor por un hombre, aunque ese amor terminara matándola.
Un relato tristemente hermoso, un tema difícil de tratar. Muy bien escrito, te felicito.

Anónimo dijo...

Que final mas triste, por Dios!!!! desgraciadamente hay muchas Maribeles en el mundo, que venda le tapara ls ojos a esas mujeres para perdonar a su maltratador? no entiendo como pueden seguir queriendo a un salvaje.
Te felicito de nuevo.
Beso

Anónimo dijo...

Nunca una segunda oportunidad...quien maltata no respeta y quien no respeta no ama,si no hay ni amor ni respeto...no merece la pena seguir adelante con una historia de final previsible.