lunes, 3 de agosto de 2009

Maribel / 24

Pasada la cuarentena volvieron los contactos esporádicos nocturnos, un resumen sumarísimo de hacer el amor y gimnasia sexual, pero en tan breve periodo que Maribel hacía tiempo que había perdido el interés por aquello que al principio le intrigaba, después le atraía, pero que jamás disfrutó.

En una conversación con su madre, a cuenta de otras cosas y en un lejano tono que ocultaba la confidencia, le vino a decir que el sexo, como tantas otras cosas, era cosa de los hombres, que necesitaban de vez en cuando desahogarse y que era bueno estar siempre dispuesta cuando ellos lo requieren, más o menos que la mujer tenía como función tener hijos y el hombre disfrutar de vez en cuando.

Aquello no cuadraba mucho con la idea que tenía Maribel de lo que debía ser, en una creencia basada en la ilusión, en sus lecturas de Corín Tellado, en las películas que había visto, pero la rutina, lo que veía en sus amigas, la experiencia y el tremendo trabajo que aumentaba cada día la hicieron primero posponer su opinión y después olvidar proponérselo porque había cosas más importantes en las que pensar.

En uno de aquellos actos episódicos, entre toma y toma, Maribel se quedó embarazada por tercera vez y Joaquín entendió que esta era la definitiva, que esta vez sería un niño. Todos parecían contentos, todos menos Maribel que parecía un poco abatida, cuando en realidad es que estaba preocupada por hacer que el tiempo se hiciera elástico, que las horas se doblasen, que los días tuvieran más de veinticuatro horas.

Por algún motivo desconocido aquel embarazo le resultó muy incómodo a Maribel, aparte de cuidar a las dos niñas, por algún motivo aquel nuevo visitante pesaba más que los anteriores, le costaba más moverse, era más difícil hacer cualquier cosa, para mayor inri, aquel verano estaba siendo especialmente caluroso, más que ningún otro que recordaran y eso añadía un plus de incomodidad a todo el embarazo.

Su madre le ayuda mucho, su suegra llevaba enferma tiempo, pero en la medida de lo posible también ayudaba, quedándose algún día con las niñas, quedándose con ellas en casa, haciendo la comida a veces, poca cosa, pero que Maribel apreciaba por el estado en que se encontraba.

Estaba todo previsto, la vecina de abajo se quedaría con las niñas mientras venía la madre de Maribel a hacerse cargo de ellas, para las dos mayores habían comprado unas literas que Joaquín había montado y que la pequeña ya había estrenado para comprobar cómo iba a modo de prueba, de momento ocuparía la cama de abajo para evitar males mayores.

Y cuando parió, con sangre sudor y lágrimas, Maribel comprendió la razón por la cual aquel embarazo había sido doblemente pesado, no era una, sino dos, dos niñas con una diferencia abismal de peso entre ellas, pero sanas y sin problemas congénitos.

Dos niñas más, Joaquín no podía entenderlo, cuatro niñas en total, tendrían problemas económicos y sobre todo, qué hacer para no tener más. En la habitación, con la mirada perpleja de Joaquín contemplando a sus niñas, el médico que normalmente no aparecía por allí les explicó a los dos, había habido problemas y le habían tenido que ligar las trompas, no podría quedarse embarazada de nuevo, pero con cuatro hijos, el médico sopesó que no supondría un gran problema para el joven matrimonio.

Y no lo era, para Maribel era una liberación que no hubiera podido tener de otro modo, o no hubiera querido, porque apenas ninguna mujer de las que conocía utilizaba métodos anticonceptivos y visitar al médico para pedirlos, era cosa de golfas y prostitutas a ojos de la mayoría de la sociedad. El poner coto a aquel batallón de hijas, era para Maribel un gran alivio, la única buena noticia cuando pensaba en lo que se le avecinaba teniendo dos recién nacidas y dos niñas muy pequeñas a las que atender.

© 2009 jjb

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