viernes, 18 de diciembre de 2009

Hablar por hablar /20

El chat se había encogido por primera vez. Desde que Joaquín y los más viejos del lugar lo conocían no había estado tan estático, tan quieto, tan mudo. Parecía que allá en sus casas, en esa conexión mágica y cibernética con el mundo, ninguno de los que miraban la pantalla, nadie de los que estaban escuchando la emisora de radio, estuviera respirando. Siquiera moviendo un milímetro de su cuerpo. Como si el hacer el más elemental de los movimientos humanos les hiciera perder la atención. Porque eran todo oídos para lo que pudiera decir Antonio de Cantabria. De Cantabria, que parecía mas que su origen un apellido noble. Pero quien podía pensar en eso salvo Joaquín en aquel momento.

El día que te llamé fue muy duro para mí, muy duro. No veía más que sombras, todo negro. No tenía salidas. Me ayudó mucho el poder desahogarme cuando os lo conté a vosotros y os pido perdón por ponerme a llorar, pero me liberó de muchos fantasmas. Y cuando eso ocurrió pude oír, pude oíros, porque antes sólo me oía a mí mismo y sólo a lo peor de mí mismo.

Pero ya te digo que pude oír y sobre todo eso que me dijiste que habían escrito, habla con alguien, habla con alguien. Porque pensaba que al dejarme ella, aún no soy capaz de decir su nombre, ya no había ni nadie ni nada más. Escuché eso y pensé en alguien, una amiga que hacía mucho que no sabía de ella. Una amiga de la infancia, del barrio, de aquí.

No me digas por qué Macarena, pero pensé en ella. Era ya muy tarde. Escuché el programa aún con lágrimas en los ojos pero no dejaba de pensar en ella durante todo el tiempo. Se habían evaporado las malas ideas y al día siguiente llamé a esa amiga por teléfono. Le hizo mucha ilusión saber de mí. Nos hemos visto y no se puede decir que hayamos hecho nada, pero me encuentro muy a gusto con ella y he notado otra vez que tengo ganas de vivir. Que tengo al menos una razón para levantarme por las mañanas y he querido compartirlo con todos los oyentes y con los chapines. Y también daros las gracias porque sin vosotros no hubiera podido estar aquí y ahora, muchas gracias.

Macarena también enmudeció y fue un silencio de gloria, como un respiro jalonado de cientos de miles de sonrisas que esperaban otra cosa y les gustaba lo que estaban oyendo. Fue sólo un momento de magia porque enseguida la locutora le dijo lo contenta que estaba. El chat se vistió de las mejores galas y la mayor velocidad. Y en muchas camas de muchos sitios del globo, muchas personas corroboraron que merecía perder el sueño por encontrar un momento de magia radiofónica así, de esos que por poco comunes son más apreciados, son únicos.

Joaquín se urdó más relajado porque ahora sí que el tal Antonio de Santander y él coincidían. No sólo en una, en muchísimas razones para vivir y en muy pocas para no hacerlo y ya no le importaban ni las ojeras, ni el haber estado varios días como un muerto viviente ni nada. Había merecido la pena compartir aquellas confidencias multitudinarias y poder contarlo, aunque era consciente que cuando al día siguiente lo contara nunca tendría la fuerza de la noche. Jamás logró darle el punto a la narración de lo que él sentía porque no era el momento ni el sitio para encontrar la atmósfera adecuada.

Después de aquello casi todo sobraba. Era un desfile de palabras de alegría, de inundación de solidaridad, de dicha, y ya pocos o ningún problema cabía. Sólo quedaba en el chat algún recalcitrante miembro que decía que todo era un montaje, que no era real. Pero Joaquín pensaba que le daba igual, que ya podía dormir tranquilo. Y en ese estado seráfico se durmió como un bebé, como hacía mucho tiempo que no dormía.

© 2009 jjb

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