miércoles, 2 de diciembre de 2009

Hablar por hablar / 10

Y se durmió como un niño, para comenzar la batalla de levantarse con su madre al día siguiente. No estaba muy claro si era remiso a levantarse o le gustaba aquel teatrillo de ya me levanto, déjame un poquito más, pero era una tradición que su madre terminaba refunfuñando un poco y después quedaba el tiempo justo para irse corriendo y no llegar tarde al trabajo.

Durante la mañana estuvo pensando lo que Ana le había contado cuando salió el tema de la boda, santo cielo, tenía todos los días ocupados hasta que se casaran, pero ya conocía la hiperactividad de Ana, él se dejaría conducir, y también sabía que cuando él estaba a punto de claudicar Ana bajaba el ritmo, le daba un respiro, le hacía las cosas más fáciles.

Dentro de una semana tenían otra boda de otro amigo y seguramente sería una buena ocasión para relajarse y ver cómo sufrían los amigos en sus propias bodas e intentar ver cómo sería la suya.

También había que contárselo a la gente, sobre todo a su madre, pero ya habría tiempo de hacerlo, la verdad es que no le hacía mucha gracia, temía una reacción negativa que sabía que no iba a expresar, pero que él iba a notar si se producía. Por otra parte tenía muchas ganas de vivir con Ana, pero vivir con su madre no era una obligación, se encontraba muy a gusto, era su cómplice y su amiga y a él también le iba a costar acostumbrarse a una nueva circunstancia por muy buena que fuera.

Por la tarde estuvo hablando con Ana de temas complicados. A él le daba igual casarse por la iglesia, en casa nunca habían sido muy de iglesia, pero Ana no quería contrariar a sus padres que no concebían una boda sin pasar por el altar. A Joaquín no le importaba, pero se lo dijo a Ana, tendremos que hablar con mi madre y ya sabes que no se lleva muy bien con los curas, bueno, déjamelo a mí Joaquín, ya hablaré yo con ella unos cuantos días después de que se lo digamos, mejor, a ti te entenderá mejor.

Otro tema era a cuántos invitar, ese era un tema peliagudo, Joaquín quería una boda sencilla, apenas cinco o seis personas de cada familia, ocho a lo sumo, como un cumpleaños pero mejor vestidos, Ana quería una boda de verdad, no tenía intención de casarse más de una vez y esa tenía que ser especial, diferente, con mucha gente, con mucho ruido, con mucho cariño, un bodorrio; sabía que Joaquín era más amigo de las pequeñas reuniones, de pocos discursos, de poca notoriedad, pero un día era un día y tenía que convencerle.

Joaquín lo sabía y estaba dispuesto a hacer aquel día de tripas corazón y darle esa alegría a Ana. No es que fuera un antisocial, es que le daba vergüenza ser el centro de atención, tener que exponerse a tanta gente le daba corte, se sentía violento, pero por Ana merecía la pena al menos exponerse un día a ser la estrella del espectáculo.

Llegó la noche entre conversaciones y pensamientos, y después de estar con su madre se fue a la cama, a esperar que empezara su programa favorito, se acordó entonces que quería entrar en el chat, y cogió un pequeño transistor y se lo llevó al salón, el ordenador estaba allí, mamá voy a oír la radio aquí, con el ordenador, me pondré un auricular, vale, y se conectó, entró en el chat como “asustado” y empezó a ver la desaforada carrera de comentarios que aparecían allí, tan rápidos como locos, el hombre desciende del mono, estoy aburrido, nadie se calla aquí, y los nombres de los que estaban, muchísimos, sus nicks dejaban al suyo carente de imaginación, parecía aburrido con aquellos nombres.

© 2009 jjb

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