lunes, 8 de febrero de 2010

Sancha /6

Ni el cine le pudo hacer olvidar aquello. Y sobre todo su auténtico dolor, una historia que le atormentaba junto con la de Sabatini que pertenecía más a las leyendas que a las realidades, y de la que ni siquiera aquel magnífico programa doble podía hacerle olvidar.

Ella supo, al fin y al cabo está en la calle todos los días, que Fernando VII, el noveno hijo de Carlos IV y sucesor del que aplanó y limpió la plaza Oriente, se casó con una sobrina hija de su hermana menor, María Cristina de las Dos Sicilias. Antes se había casado con dos primas y con otra señora de la que no era familiar hasta el casorio.

María Cristina le dio al Deseado dos hijas, una de las cuales fue Isabel, Isabel II. Pero Fernando VII murió cuando su hija Isabel tenía apenas tres años de edad, y ella tuvo que asumir el cetro de reina ayudada por la regencia de su madre, hasta los trece años, fecha en la cual el Parlamento le hace mayor de edad y asuma con todos sus poderes y parabienes la corona de España. Ella es la reina, que en aquel entonces reinaba y gobernaba.

La reina más castiza, más española, que tuvo la mala suerte de que en su época se inventara la fotografía, porque así pudimos comprobar que los cuadros que de ellas teníamos nada tenían que ver con su fisonomía real. Que fue la culpable de no atajar las guerras carlistas y con ello impulsar el retraso de España en todo, en casi todos los avances que Europa tuvo en aquella época.

Pero amaba Madrid, y amaba la vida. Nunca hubo en ningún lugar del mundo una persona que amase tanto la vida y despreciase tanto las obligaciones.

Reina ya, casaron a la niña con su primo Francisco de Asís cuando la reina niña tenia dieciséis años, es decir llevaba tres años de reinado. Isabel estaba enamorada de su primo y tenía verdadera ilusión en casarse con él. Él era un hombre apocado, sin carácter, un adonis para ella que enamorada esperaba el momento de la boda.

Se casaron el 10 de Octubre de 1846 en el Salón del Trono del Palacio Real, y esa misma noche ella pudo comprobar que aquella boda fue un error. Años después, para explicárselo a una amiga comentó lo que pensó sobre Francisco de Asís en la noche de bodas: “¿Qué pensarías tú de un hombre que la noche de bodas tenía sobre su cuerpo más puntillas que yo?”. Ni siquiera esa noche durmieron juntos, porque a su primo, a su marido, a Francisco de Asís, le gustaban los hombres, no las mujeres, y mucho menos Isabel. Aceptó casarse con ella por motivos de estado, pero sólo eso, nada más.

La niña, ese día, empezó a dejar de ser niña.

Su marido Francisco de Asís tomo aposento en el ala izquierda de la planta principal de Palacio. La reina en el ala derecha de la cara norte de Palacio, en esquinas antagónicas, en mundos separados.

© 2010 jjb

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