lunes, 21 de septiembre de 2009

Verónica

Allí, extramuros, lejos de cualquiera mirada interesada, lejos de cualquier deseo, fuera de los límites y de las circunstancias, allí, encontré a Verónica abriendo la caja de los truenos, cerrando su vida anterior.

Estaba sentada en un banco de piedra, me miró y me preguntó ¿alguna vez te has enamorado? Yo no sabía si aquella intromisión en mi vida merecía ser respondida con la indiferencia, si salir corriendo de allí o seguir contemplando sus ojos que eran más intensos que la pregunta que se repetía en mi cerebro, pero no podía hacer como otras veces, decir un “perdón”, otra fórmula de conveniencia que me diera un poco de tiempo para pensar, una pequeña tregua para que mi mente a cien por hora pudiera elaborar una respuesta que aunque no fuera cierta, al menos fuera brillante.

Opté por decirle la verdad, que es la mejor opción cuando no se te ocurre nada brillante. No, nunca me he enamorado, ni creo que lo haga nunca, pero ¿por qué me preguntas eso? Es imposible que nunca te hayas enamorado, me respondió, no te creo, con un desparpajo tal que de nuevo me desarmó, pero sobre todo hizo que mi atención sólo estuviera con ella.

Me senté en el banco de piedra, a una distancia lo suficientemente distante para que no hubiera implicación y sobre todo para que pudiera verla y analizarla con perspectiva. Era una mujer menuda, alta, de pelo negro y largo, de mirada profunda, enigmática mas allá de las preguntas posibles, sus ojos eran tan profundos que no permitían apreciar otras características suyas más allá de los convencionalismos.

¿Por qué nunca te has enamorado? seguía preguntando, intentado quizás que dejara de mirarla a los ojos que me tenían absolutamente secuestrado, transportado a otros sitios y otras épocas, sin tiempo apenas de pensar en una respuesta, ni siquiera en una respuesta correcta y mucho menos en una respuesta brillante.

No sé qué decirte, yo a ti sí, te vi salir de aquel autobús, por alguna razón que desconozco me fijé en ti, quizás porque eres muy alto, no lo sé y unos segundos después pensé, dentro de unos años no recordaré a aquel que bajaba del autobús, posiblemente no recordaré que estuve sentada en este banco y al verte venir hacia aquí me dije, haré que este momento no se me olvide y por eso te hice la pregunta, que por cierto, aún no has contestado.

Intentaré responder tu pregunta con hipótesis, tú imagínate que yo al verte me haya vuelto loco de pasión por ti, imagínate que se me hubiera ocurrido un método de acercarme a ti tan original como el que tu has tenido, y puestos a suponer supongamos que tú también te hubieras sentido terriblemente atraída hacia mí. Hablaríamos, nos iríamos conociendo, nos atraeríamos y en un momento determinado entre ambos surgiría un soplo divino, un momento indescriptible en el que uno de los dos, posiblemente yo porque soy el hombre y por algún motivo siempre suele ser el hombre el que toma esa iniciativa, me acerco a ti y te beso y tú correspondes a mi beso.


© 2009 jjb

votar


Add to Technorati Favorites

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que alegria volver a leerte, tus vacaciones se me hicieron largas,echaba de menos leer tus cuentos todas todas las noches.
un beso