jueves, 24 de septiembre de 2009

Verónica /4

Lola sabía llenar ese minuto de tranquilidad. Le conocía bien y sabía también medir el grado de desorden, la magnitud del fracaso, sabía medir sus constantes vitales, esas que no miden los aparatos médicos ni los tests. Nunca utilizaba esa habilidad en contra de él, siempre a su favor y así sabía cuándo debía hablar y cuándo callar, cuándo querer y cuándo ser amiga, cuándo apretar y cuándo soltar.

Julia estaba preparando la oposición a médico, un eslabón complicado en la complicada carrera de un médico en España. Optaba a ser Médico Interno y Residente, MIR y así entrar en la sanidad pública y obtener el doctorado en una especialidad concreta. La oposición no era fácil y dependiendo del resultado y del puesto que ocupara dentro de todos los que se presentaban, que no eran pocos, podría, o no podría, escoger su especialidad y el sitio donde tendría que ejercerla. Es decir, si los resultados del examen le permitían aprobar pero su puntuación le relegaba a los últimos lugares de la lista, sólo podría hacer una especialidad médica que no quería, en un sitio que no quería. Ella y la mayoría de los que se examinaban querían cirugía, pediatría, dermatología y en su propia ciudad. Los resultados podrían llevarles a anatomía patológica en un lejana ciudad de muy pocos habitantes, pero además no era sencillo ni siquiera aprobar el examen.

Por eso Julia estudiaba como una posesa. Compartía un piso con otros compañeros de la carrera que ya habían terminado y allí estudiaban apoyándose unos a otros. Estudiaba y en los momentos de asueto hacía el amor con él cuando se presentaba intermitentemente, con una lógica que aún Julia no había descubierto y tampoco le interesaba demasiado.

En aquella casa de estudiantes había cientos de vecinos, escaleras de patios interiores, ruidos y voces constantes y dentro de la casa, batas de quirófano recuerdo de las prácticas en los últimos años de carrera que servían de pijamas en las visitas esporádicas. Allí ambos se entregaban a hacer el amor con ganas, olvidando una la incertidumbre y la presión de la oposición y el otro las negaciones y los sinsabores y ambos eran ajenos a aquel trasiego de casa de sábana inquieta, como decía aquella canción de Serrat que oían en un arcaico reproductor de casete que era parte de la poca equipación de aquella casa que poco servía para dormir.

Allí, en aquella casa de ruidos estaba su primer refugio, el calor necesario para sus desilusiones y sus complejos, pero también buscó cobijo en la música de Serrat y como otras veces, como durante toda su vida, en Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto y en su obra, en sus poemas, en sus libros.

No podía pasar un segundo sin leer y releer los versos que ya sabía de memoria, aquellas frases que juntas en un poema eran poesía pero que sacadas de su nicho natural eran belleza y filosofía comprimida en una frase, frases como letanías, como lemas para poder seguir vivo, para olvidar la triste realidad o para aumentarla por comparación y equiparación, porque lo que pasaba en aquellos poemas le estaba pasando a él o al menos eso sentía, y recordaba aquel:

“Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.”

O aquel otro:

“¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste y te siento lejana?”

Y se metía en ellas y le hubiera gustado haberlo escrito porque eso era exactamente lo que hubiera querido decir si fuera un genio y pudiera hacerlo, pero sobre todo se dejaba llevar por la belleza de un sentimiento que él compartía, que veía retratado en un poema, que le ahogaba y le liberaba al mismo tiempo, que le daba la libertad y la condena.


© 2009 jjb

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno leerte de nuevo....no te parece que ya eran muchas vacaciones??
No escribo para que otros libros me aprisionen
ni para encarnizados aprendices de lirio,
sino para sencillos habitantes que piden
agua y luna, elementos del orden inmutable,
escuelas, pan y vino, guitarras y herramientas