La publicidad
Las cosas han ido muy deprisa en los últimos tiempos. Los
ancianos del lugar, es decir todos
aquellos con edad superior a los 25 años, recuerdan que hubo un tiempo que no había
ordenadores, ni internet, ni teléfonos móviles, vamos que era otra civilización
mas arcaica, mas chunga dicho esto en términos generales. Hemos avanzado mucho,
o atrasado que bajo todo punto de vista puede verse, y gran parte de este éxito,
de este salto tecnológico espectacular es gracias a los publicistas, a los que
crean anuncios que cautivan, que te venden cosas que no necesitas para las que
no tienes dinero con que pagar. Así en el año 99 nos pusieron a este monstruoso
niño (ya hablaremos de los niños) que repetía a la saciedad su felicitación
navideña. Ese año aún no se habían descubierto los teléfonos inteligentes y por
tanto lo que se vendían eran teléfonos tontos, casi tan tontos como los que
pagaban las tarifas que imponían los listos que siguen siendo los mismos. Esas
tarifas las pagábamos todos, así que el número de tontos era importante.
Pero mucho antes también los publicistas se dirigían a los tontos, en este caso a los de la variedad pastelón, con esta cancioncilla mas densa que unas natillas pero que conseguía su objetivo, sentirse culpable en navidad. Aquella llamada que no hiciste, aquel amigo que olvidaste, poco tiempo dedicado a los abuelos….
No se cómo hilar estos dos anuncios con lo que le pasó a un amigo mío de Matalascabrillas del Duque, rural el, desde hace años, cuando ve los anuncios navideños, concretamente el primer anuncio navideño, pronuncia un sonoro: “Me cago en la Navidad” que con distintos tonos, timbres y situaciones repite sin descanso hasta el 8 de Enero. Esa es su manera de superar estos días que yo no logro superar
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