sábado, 29 de noviembre de 2008

El ciudadano horizontal /1

Le vi allí, vestido de cartones, con un refuerzo de ropas que jamás conocieron las tendencias del mercado y mucho menos la talla adecuada. Embutido en un saco de dormir al cobijo de los soportales del Teatro Real.

Dormía cuando los demás trabajaban, y posiblemente dormía porque antes se había emborrachado con ese vino tinto en cartón que le ponía los dientes negros y del mismo color el estómago, el hígado y el alma, porque el alma es lo primero que se oscurece cuando todo te abandona. Seguía fumando cigarrillos robados al tiempo y a la buena voluntad, y a veces al miedo, de aquellos a los que sonríe mostrándoles la mella del tabaco, el alcohol barato y el tiempo.

Nadie sabe su nombre, y lo que es peor, a nadie le importa, si se sabe que es incomodo para Juan Carlos aparcar la moto en el mejor sitio, y Benito a la hora que viene es imposible que la deje allí. Es un borracho que vive al raso de la ciudad, igual de inhumana que todas las grandes ciudades, que da cobijo a muchos y a algunos los expulsa a la calle, probablemente haya una historia de desengaños y celos detrás de ese hombre, quizás fue un deportista de élite o un as de las finanzas, pero hoy solamente es un estorbo para las motos, una mala imagen para los turistas, un referente pasivo para los viandantes y una vida al limite que a nadie interesa.

Mientras los demás ciudadanos se dirigen a sus trabajos, pasean, circulan, se pierden todos ellos en su correcta posición de homos erectus, el ciudadano horizontal permanece ajeno a esas tareas que la vida encarga a los que en la vida tienen un cometido concreto, y su vida nada tiene que ver con cualquier horario decente, por muy extraño que este sea. Mas que probablemente hará sus necesidades en los alrededores, las necesidades mingitorias, porque sus necesidades sexuales parece ser que las soluciona bajo la intimidad de los cartones, para escándalo de los que por allí circulan y por los que allí trabajan. Porque una cosa es que un hombre esté medio congelado y tumbado en la calle, y otra muy distinta que se adivine que está realizando el pecado de Onan en la vía publica.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hola icaria, felicidades , la historia me ha gustado bastante, y me ha llegado al alma, por que cuantas veces pienso en esas personas, sin techo, y mas cuando hace frio, que pasara por sus cabezas? tendran ganas de vivir? no se, quizas se refugien en el alcohol, para poder alvidar tanta miseria, no creo que esa vida sea elegida..ojala algun dia tenga un hogar.

cerrando_las_persianas_del_alma dijo...

¿Qué historia ocultan esas greñas?, ¿fueron sus manos algunas vez finas? ¿Su piel alguna vez no tuvo mugre? ¿Acaso alguna vez miró a los ojos de la gente con orgullo?
Seguro que sí. Seguro que alguien le dijo “te quiero” y besó sus labios con amor. Seguro que tuvo una casa y un coche y una vida que compartir.
Cerramos los ojos para no verle, mientras estamos calentitos en casa en esta noche friísima, pero no nos engañemos, en el fondo lo único que nos pasa es que le tenemos miedo. Miedo a vernos un día como él, miedo a la soledad, a no importarle a nadie lo más mínimo, miedo a no ser nadie, ni ser de nadie.
Fuera hoy hace mucho frío.
Te leo

Anónimo dijo...

Una historia que nos hace pensar, pero, sobre todo, una historia que nos hace sentir.
Gracias por el esfuerzo en mejorar la vida de quienes te leemos y por hacer que el tiempo y la distancia parezcan menores.